
Nací en los 90’s y me crié entre Castellón y un precioso y diminuto pueblo en Teruel, La Ginebrosa. Fui de esas niñas que pasaron los veranos de su infancia en el pueblo, entre montañas, un río y amigos que a día de hoy sigo viendo todos los agostos entre verbenas y charangas.
Cuando tenía 7 años nació mi hermana, Lucía, y a día de hoy somos literalmente la misma persona. Tenemos un 98% de coincidencia en Spotify, vamos juntas a conciertos y festivales. Ahora mismo está viviendo y estudiando en la otra punta de España, en León. Así que solo tengo a mi mitad conmigo a ratos.
En mi día a día me acompañan tres michis pelirrojos rescatados. Dos de ellos, Boo y Neo son hermanos y viven conmigo desde hace 5 años. A Rómulo, el diablillo de la familia lo rescaté hace cuatro. Me encantan los animales, pero como adoptar más acabaría con mi cordura, alimento a una colonia de gatos callejeros que viven en el huerto de mi abuelo.
Viajar es mi inquietud y hacer fotos mi pasión, por lo que es una combinación que realizo bastante a menudo. Visito como mínimo dos o tres países al año, sola o acompañada, pero siempre con mi cámara. Hace poco me abrí una cuenta de Instagram personal para compartir mis experiencias. Si tenéis curiosidad es @volarconmar.



Mis comidas favoritas son la pizza y el sushi con diferencia. Aunque ojo, unas croquetas o una buena tortilla de patata con cebolla también me pierden (sí, soy team cebolla). Me encanta escuchar música, y apoyo a mis artistas favoritos yendo a conciertos y comprando sus vinilos. Hago fotos en analógico como hobby, así que sí, podría decirse que soy una nostálgica.
No recuerdo exactamente cuando empezó lo mío con la fotografía. Desde siempre he tenido una cámara entre mis manos y he aprendido de forma autodidacta. Con diecisiete años decidí empezar a estudiar para dedicarme a ello, y cuatro años y un Erasmus en Dublín después, encontré mi vocación, la fotografía de bodas. Desde entonces, llevo casi un centenar de bodas hechas y estoy deseando aumentar ese número año tras año.